El cáncer no es una enfermedad
El cáncer no es una enfermedad
- EAN: 9788497773706
- ISBN: 9788497773706
- Editorial: Ediciones Obelisco, S.L.
- Año de la edición: 2015
- Encuadernación: Rústica
- Medidas: 160 X 240 mm.
- Páginas: 176
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Descripción
En El cáncer no es una enfermedad, el autor, escritor de éxito conocido internacionalmente como experto en temas de salud y por su revolucionario libro Limpieza hepática y de la vesícula, nos explica que el cáncer es el síntoma físico que pone de manifiesto el último esfuerzo que el cuerpo realiza para eliminar las causas específicas que acaban con la vida. El autor afirma que la eliminación de esas causas es lo que establece los preliminares de una curación completa a nivel corporal, mental y emocional.
Este libro anima al lector a que se enfrente a una concepción totalmente nueva del cáncer, la cual deja obsoleta a la actual. Por lo general, los tratamientos convencionales, en los que se matan, cortan o queman las células cancerosas, tan sólo ofrecen a la mayoría de los pacientes una remisión de la enfermedad del 70 %, y la mayor parte de los sobrevivientes quedan «curados » durante unos cinco años como mucho.
Andreas Moritz muestra por qué los tratamientos contra el cáncer pueden ser fatales, qué es lo que realmente causa el cáncer y cómo eliminar los obstáculos que impiden que el cuerpo se cure por sí mismo. El cáncer no es un atentado contra la vida; al contrario, el cáncer es el intento por salvarla. A menos que cambiemos nuestra percepción de lo que el cáncer es en realidad, éste seguirá siendo una amenaza para una de cada dos personas. Este libro es una esperanza para quienes desean convertir el victimismo en fuerza y maestría, y la enfermedad en salud.
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S. SIMMONS Premio Memorial Annie Yee Johnson por su compasión y profesionalidad. Es miembro de la Asociación Americana de Geriatría. W. MANSBACH Fundador y director ejecutivo de Mansbach Health Tools LLC, y presidente de CounterPoint Health Services.
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Tratado acerca de las enfermedades producidas por el tártaro
Paracelso introduce, además, la concepción dinámica del ser humano, sentando las bases de lo que en siglos posteriores constituirá la Fisiología.
Libro capital en la extensa producción literaria de Paracelso, establece todo un sistema terapéutico basado en el drenaje de las toxinas a través de los emuntorios de salida. Alejado de las técnicas purgantes que imperaban en su época, su planteamiento dota al médico de una herramienta de diagnóstico y tratamiento de gran interés en el camino hacia la salud.
Paracelso
Philippus Aureolus Teofrastus Bombastus von Hohenheim más conocido como Paracelso, nació en Eisiedeln (Suiza) en 1493 y pronto empezó a interesarse por la Química, la Metalurgia, la Botánica y la Medicina, llegando a ser alumno de importantes figuras del saber.
Estudió en numerosas universidades como las de Viena, Colonia, Montpellier o Bolonia, doctorándose en Ferrara en 1515.
En 1522, coincidiendo con la guerra entre el emperador Carlos V y Francisco I, trabajó cirujano militar, y cuatro año más tarde, y tras librar al editor Frobenius de la amputación de una pierna, fue nombrado por el Senado de Basilea médico de la ciudad, lo que le facultó para impartir clases de Medicina en su universidad.
Posteriormente, se trasladó a Alsacia, donde dejó tal huella que llegó a ser comparado en el mismísimo Esculapio.
Paracelso murió el 24 de septiembre de 1541 en Salzburgo (Austria), pasando a la historia como el gran impulsor de la Spagyria.
Paracelso fue autor de numerosos tratados filosóficos y de Medicina, tales como: La Gran Cirugía, Opus Paramirum, Los VIX Libros de los Parágrafos, Libro de los Prólogos, Liber Paragranum, Laberinto de los Médicos Errantes, De las Enfermedades de las Montañas, De la Epilepsia, De la Matriz,Tratado acerca de las Enfermedades producidas por el Tártaro, Libro de la Larga Vida, Libro de la Restauración y la Renovación, Cinco Tratados de Filosofía y Las Archidoxias Alquímicas.
PRÓLOGO
«Aquí yace Felipe Teofrasto Bombast von Hohenheim. Famoso doctor en Medicina que curó toda clase de heridas, la lepra, la gota, la hidropesía y otras varias enfermedades del cuerpo, con ciencia maravillosa»
Bajo este epitafio descansan desde 1541, en Salzburgo (Austria), los restos mortales de Philippus Aureolus Theophrastus Bombastus von Hohenheim, conocido como Paracelso.
Nacido en Einsiedeln en 1493, es considerado como uno de los médicos más relevantes e influyentes de la historia de Occidente. Con él nacieron las bases de la farmacología actual y el uso de medicamentos inorgánicos, y se le reconoce como impulsor de la Bioquímica y la Fisiología. Se anticipó en la experimentación de vacunas, en la definición de la neumoconiosis, de la epilepsia, en el tratamiento de la sífilis, en el descubrimiento de la relación entre el bocio y el cretinismo. Además, y como veremos en las páginas de la presente obra, introdujo la noción de las patologías de origen metabólico con la descripción de las enfermedades producidas por el Tártaro, en las que este (hoy diríamos toxina) aparece depositado en diversos órganos. De este hecho se deduce la importancia del alimento ingerido y la limpieza de los emuntorios de
excreción (o drenaje) con una doble intención: mantener una correcta homeostasis y, a su vez, favorecer una pronta respuesta del organismo a los distintos tratamientos.
Paracelso fue el precursor de la Spagyria y de la Yatroquímica o Medicina Alquímica, desarrollando sales, elixires, tinturas, piedras y otros preparados orientados a una sanación holística o integrativa del individuo. Sus remedios no operaban exclusivamente sobre los síntomas físicos manifestados en el cuerpo, sino también sobre las causas emocionales y anímicas de la enfermedad, concibiendo al hombre como un todo indivisible que ha de ser tratado en su conjunto.
Su padre, médico también, le enseñó Medicina, Botánica, Química y Metalurgia, así como a conocer y a admirar la Naturaleza. También aprendió de importantes figuras del saber, como el famoso monje benedictino Johannes Trithemius; estudió en grandes universidades de la época (Viena, Colonia o Montpellier), doctorándose en Ferrara en 1515, y recibió influencia ideológica de personajes como Platón, Hipócrates, Ramón Llull, Arnau de Vilanova o Erasmo de Rotterdam.
Su afán de conocimiento le llevó, además, a realizar numerosos viajes por Europa y Oriente Medio. Así, en 1526 recaló en Basilea, después de que Erasmo de Rotterdam, conocedor de sus asombrosas curaciones, recomendara al impresor Frobenius hacerle llamar para evitar que le amputaran un pie diagnosticado de gangrena. Lo consiguió y, como reconocimiento, el ayuntamiento de la ciudad le ofreció el puesto de médico municipal, con autorización para dar clases en la universidad y para inspeccionar las boticas.
No obstante, su estancia en esta ciudad suiza no duró un año, debido a la publicación, el 5 de junio de 1527, de un programa que dictaba lo siguiente:
«No vamos a seguir las enseñanzas de los viejos maestros, sino la observación de la Naturaleza, confirmada por una larga práctica y experiencia. ¿Quién ignora que la mayor parte de los médicos dan falsos pasos en perjuicio de los enfermos? Y esto solo por atenerse a las palabras de Hipócrates 1, Galeno 2, Avicena 3 y otros 4. Lo que el médico necesita es el conocimiento de la Naturaleza y de sus secretos. Yo comentaré, por tanto, cotidianamente, durante dos horas en público y con gran diligencia, para provecho de mi auditorio, el contenido de los libros de Me-
dicina y Cirugía práctica y teórica, de los cuales yo mismo soy autor. No he escrito estos libros, como muchas otras personas, repitiendo lo que han dicho Hipócrates o Galeno, sino que los he creado basándome en mi experiencia, que es la máxima maestra de todas las cosas. Y lo demostraré, no con las palabras de las autoridades, sino mediante experimentos y consideraciones razonables. Si vosotros, queridos lectores míos, sentís el afán de entrar en estos secretos divinos, si alguno quiere aprender en breve tiempo toda la Medicina, que venga a Basilea a visitarme y encontrará todavía más de lo que puedo decir con palabras. Para explicarme con mayor claridad, indicaré, a modo de ejemplo, que no creo en el dogma de los humores con el que los antiguos explican equivocadamente todas las enfermedades, pues únicamente una mínima parte de los médicos de hoy tiene un conocimiento más exacto de las enfermedades, de sus causas y de sus días críticos.
Prohíbo emitir juicios superficiales sobre Teofrasto antes de haberle oído.
Que Dios os guarde y haga comprender be-
névolamente la reforma de la Medicina».
Estas palabras desencadenaron contra él una campaña de desprestigio orquestada por médicos y boticarios que acabó precipitando su salida de la ciudad. Fue considerado como un hereje 5, pero, como él mismo reconoció, se limitó a seguir las pautas de la Naturaleza, aplicando los conocimientos y la enseñanza que, a través de la Alquimia 6, le fueron revelados. En su Fragmenta Médica aseguraba que «el objeto de la Alquimia no es transformar metales innobles en plata u oro, sino en crear un remedio contra las enfermedades».
Según Paracelso, la Naturaleza muestra el proceso de la curación y el médico es solo el instrumento que ha de esclarecer las relaciones ocultas, coordinando una parte con la otra: «tan pronto como el hombre llega al conocimiento de sí mismo, no necesita ya ninguna ayuda ajena 7».
Paracelso concebía al cosmos como un organismo 8 (Macrocosmos) y al hombre como un Microcosmos, constituidos ambos por los mismos principios (Azufre, Mercurio y Sal 9), y propugnaba un paralelismo entre los procesos que tienen lugar en la Naturaleza y en el individuo. Así elaboró un estudio comparativo entre el hombre, tanto en su estado de salud como de
enfermedad, y el universo en el que vive, todo en virtud de una clasificación ordenada de modelos arquetípicos de comportamiento vital.
Según Paracelso, el fin último del médico es conocer y aplicar las concordancias entre los diferentes reinos de la Naturaleza, apoyándose para ello en lo que denominaba los Cuatros Pilares de la Medicina: Alquimia, Astrología, Filosofía y Virtud 10.
Con ello, mantenía, le sería posible curar a sus enfermos, aunque sostenía que no es él quien lo hace, sino Dios, que «no ha dejado nada sin signos externos y visibles, manifestando señales particulares, al igual que el hombre marca el lugar donde ha enterrado un tesoro, con el fin de recuperarlo» 11. El médico tiene el deber de reconocer en la persona a la que cuida 12 una causalidad cósmica constituida por las diversas Entidades de las que depende la salud humana y que Paracelso definió en Paréntesis sobre las Cinco Entidades 13
Así, se refirió a Ens Astrorum14, Ens Spiritale, Ens Naturale 15, Ens Dei 16 y Ens Veneni. Esta última hace referencia a las enfermedades consecutivas a un desequilibrio de las funciones orgánicas. Estas disfunciones, aseguraba, provienen del hecho de que el trabajo de los alquimistas 17 está infirmus, es decir, defectuoso. Por ello, el Tártaro o Ens Veneni se va acumulando, ahogando los órganos hasta llegar incluso a la putrefacción.
Esto explica también porqué Paracelso se interesó tanto por el tema de la nutrición. Para él, la alimentación es un proceso alquímico, natural y vivo, un proceso de transformación-integración de las sustancias absorbidas.
Su argumentación se sostiene en el hecho de que, siendo el hombre un compuesto químico, los alimentos que ingerimos contienen, además de sustancias nutritivas indispensables, venenos que pueden debilitar al alquimista del estómago. Observó que todo ali-
mento contiene residuos y que diversas enfermedades litiásicas (cálculos, arenillas, barro o mucosidades) son resultado de que estos no hayan sido eliminados correctamente.
Paracelso abogaba, por tanto, por que el médico escogiera un remedio 18 que estuviera en armonía con el estado en el que se encontrara el paciente, manteniendo que «solo lo semejante cura lo semejante». Se distanciaba así de los postulados galénicos, basados en criterios de oposición y antagonismo y que estaban imperantes en su época, y revindicaba el concepto terapéutico de la analogía.
La presente obra fue escrita por Paracelso en San Gall (Suiza) en 1531, pero no vio la luz hasta 1565. Fue editada en alemán e incluía tanto las Enfermedades del Tártaro como las Causas de las Enfermedades Invisibles.
Estamos, por tanto, ante una de las grandes obras de Paracelso, probablemente el mayor médico de todos los tiempos. Y aunque sus escritos no son de fácil lectura, auguramos que se alcanzará la comprensión después de «leer, leer, releer y reflexionar».
DOCTOR D. JESÚS PEREDA TORRES
ÍNDICE
PRÓLOGO 13
TRATADO ACERCA DE
LAS ENFERMEDADES PRODUCIDAS
POR EL TÁRTARO
Capítulo Primero. Origen de las enfermedades
generadas por el Tártaro 23
Capítulo Segundo. Del Tártaro del estómago y de
los intestinos 41
Capítulo Tercero. De los cálculos del hígado, de
los riñones y del intestino 55
Capítulo Cuarto. Del Tártaro que se encuentra en
otros órganos y partes del cuerpo 65
Capítulo Quinto. Del Tártaro de la sangre, de la
carne y de la médula y del que provoca la gota 85
Capítulo Sexto. De los cálculos no debidos al Tár-
taro y originados por causas externas 99
dto.