El próximo diluvio
El próximo diluvio
- EAN: 61360
- ISBN: 61360
- Editorial: EdicionesTierra Polar
- Encuadernación:
- Medidas: 140 X 210 mm.
- Páginas: 84
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AGOTADO
Descripción
El Próximo Diluvio, publicado originalmente en 1919 en La Paz, bajo el título La Hora Futura, es quizás una obra alternativa a la labor de investigación antropológica y arqueológica desarrollada por Posnansky, pues aborda fundamentalmente una visión cosmoglacial del devenir de las culturas y del destino de los hombres, en una interesante reflexión que reúne campos como la eugenesia, la sociología y la antropología, junto a las tradiciones del Diluvio. Como Posnansky ha escrito en esta obra, la multitud de los estupendos y enigmáticos monumentos de piedra en las islas del Pacífico, son los mudos testigos de aquella horrible catástrofe de la cual pocos se salvaron y que tuvo lugar hace unos diez a doce mil años, del Diluvio Universal o cambio del centro de gravedad del planeta. Conocedor del advenimiento de la Gran Catástrofe, Posnansky ha propuesto la creación de refugios para el próximo Diluvio: Sin duda las grandes altiplanicies del Tíbet, de los Andes y de México serán los refugios más seguros en los momentos más críticos del cataclismo venidero. Pues en el horizonte ya se vislumbra la Hora Futura, el Diluvio, el Götterdammerung o Crepúsculo de los Dioses, que da fin al Kaliyuga. Y tras ello, el advenimiento de una Nueva Edad. Edición, prólogo y notas de Rafael Videla Eissmann.
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Es un buen día para morir. El guerrero indio
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La vida del guerrero piel roja era como un
juego que perseguía el desarrollo de las
cualidades viriles y, al mismo tiempo, como
en los caballeros medievales, una vía espiritual.
Caballo Loco, Toro Sentado, Gerónimo..., nombres de guerreros famosos que por sí solos evocan las épicas luchas de la «Conquista del Oeste». La imagen habitual de simple salvajismo del guerrero indio se ve desmentida por el testimonio de cuantos lo conocieron real-mente, y por sus propias palabras. El guerrero era, junto con el hombre santo, el producto supremo de la civilización india: su prototipo encierra un cúmulo de virtudes que hacen de él una figura admirable. Y es que para ser un buen guerrero tal como lo entendían los indios, no bastaba tener un valor extraordinario; había que ser, también, generoso, desprendido, austero, noble: en definitiva, un auténtico caballero. Y así es cómo sus propios enemigos describieron muchas veces a los luchadores indios: verdaderos caballeros para los que la guerra era al mismo tiempo un juego que servía para fomentar las cualidades viriles y una institución sagrada, un modo de vida y un «camino de perfección».
Tal vez la imagen más conocida del indio norteamericano es la del guerrero montado a caballo con su penacho de plumas, su arco y sus flechas, que tanto han popularizado el cine y la literatura. Nombres legendarios como Toro Sentado, Caballo Loco, Gerónimo, y tantos otros, han pasado a formar parte del imaginario colectivo del hombre del siglo XX. En esas presentaciones populares del guerrero indio, suele dar-se de éste la idea de un salvaje sanguinario que nada respeta. Esta idea es completamente falsa. Las guerras de los indios contra el invasor blanco fueron duras por-que eran una lucha desesperada por salvar su tierra y su modo de vida, que para ellos eran sagrados. Pero la guerra, para el indio, es igualmente una institución sa-grada, y en cierto modo también como una especie de juego, cuyo fin es el desarrollo de las cualidades viriles en los hombres y el mantenimiento de un nivel altísimo de autoexigencia personal que daba como resulta-do las magníficas personalidades de los grandes guerreros. La guerra no perseguía la conquista territorial
dto.