Hombres, dioses y hongos
Hombres, dioses y hongos
- EAN: 9788441410459
- ISBN: 9788441410459
- Editorial: Editorial Edaf, S.A.
- Encuadernación: Rústica
- Medidas: 140 X 220 mm.
- Páginas: 320
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AGOTADO
Descripción
Desde tiempos inmemoriales, distintos pueblos y culturas han tenido como sagradas ciertas plantas y hongos, así como las drogas obtenidas de ellas. La ingesta de estas sustancias se utilizaba en rituales religiosos para la obtanción de estados proféticos,éxtasis místicos, trances artísticos o pasión erótica, considerando que dichas sustancias eran transustanciales con la deidad. En este libro, el autor nos ofrece una perspectiva etnobotánica de los principales mitos clásicos, rastreando la presencia de hongos psicoactivos como integrantes y formadores de tales mitos, así como su influencia en el orígen de muchas religiones.
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“Hay imágenes –dice Mujica en el prólogo a este ensayo-, algunas pocas, que el tiempo no borra, más bien las pule, les da brillo, las bruñe espejo; son esas de los mitos, las religiones, la tradición, el arte… Íconos en los que todavía podemos mirarnos, reconocer y proyectar; son las que permanecen contemporáneas no en las respuestas que dieron a su época sino en las preguntas que formulan a la nuestra, en las respuestas que nos instan a buscar. Imágenes, tan insondables algunas, como la de Dionisio, «el dios venidero», como Hölderlin lo llamó. Dios, según Hefesto, que lo es creando lo que es, revelando la posible fecundidad de sí, las imágenes de la propia imagen que cada uno puede imaginar para y en sí mismo, las que imaginando podemos crear, las que podemos llegar a ser.
Crear es el verbo y la insistencia de la vida. Soy lo que le está aconteciendo a la vida ahora, en este ahora que ella me acontece a mí; somos su creación si la creamos y la creamos si nos dejamos por ella originar. Dioniso y dionisismo son nombres de un acontecimiento, nombres que albergan una póiesis, una ontología del devenir, o, en palabras más amables, un deseo de ser, una erótica de la creación. Un devenir, una transfiguración, no como futuro temporal sino como un acaecer presente, como un manantial, una fuente, un brotar, ya, aquí. Desde aquí.
Eso sí, creo que ni siquiera habrá un dios que nos salve si abdicamos ante la idolatría de lo dado y lo que ya se sustantivó, si nos postramos ante el culto de la objetividad con su mito del mundo como cosa hecha, y, consecuentemente, su haber despojado a la existencia de su perenne estado de epifanía. No, no habrá salvación si no nos dejamos arrobar por el asombro de ver surgir desde lo que no es lo que llega a ser, si desterramos de nuestro hacer ese crear y de nuestra mirada el asombro; si no llegamos a amar cuanto vive por la vida misma que en lo vivo se ama. No, ni un dios podrá salvarnos si no lo creamos a él”.
dto.