Horizontes perdidos
Horizontes perdidos
- EAN: 9788401461521
- ISBN: 9788401461521
- Editorial: Plaza & Janés Editores, S.A.
- Encuadernación: Rústica
- Medidas: 120 X 180 mm.
- Páginas: 288
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AGOTADO
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Humanos artificiales
Humanos Artificiales, culmina con la trilogía que se inició en el 2008 con “El Segundo Comité” y “Las 15 Cartas de Josephin” en el año 2010. Añadiendo ahora las tecnologías más punteras y exponiendo a sus comprometidos y valientes protagonistas a las más singulares vivencias.
Algunos lectores la pueden ver como una novela negra de ciencia ficción, o parecerles más realista, por las evidencias de vida en el Cosmos y contactos de los que hablan las Sagradas Escrituras con otros hermanos del Universo.
La inquietud de los protagonistas por los Derechos Humanos, lidiando para defenderlos pese a la adversidad, son un ejemplo a que mundos debemos apuntarnos.
Espero que disfrutéis tanto al leerla, como yo lo he hecho al escribirlo.
dto.
Los Músicos
Entre todas las artes la música es la que más cerca está del límite de lo que puede expresarse, penetra en lo invisible y nos conduce, con sus ritmos y escalas, a lo más hondo y a la vez a lo más inasible de nosotros mismos. La invención de la melodía se cuenta entre los logros más fabulosos del ser humano a la par que constituye el mejor de los consuelos. En Los Músicos, esta singular obra de Mario Satz, seguimos con creciente interés las historias de una flauta encantada en la India, la construcción de una pirámide en Egipto con sus obreros consolados por arpistas; accedemos al Israel bíblico para oír la salmodia de los levitas en las escalinatas que conducían al templo y vemos, en el Japón del siglo XVI, la relación entre la música y los juegos del incienso. El poeta persa Hafiz cuenta que, habiendo hecho el Creador una criatura semejante a sí mismo, en barro, intentó insuflarle el alma, pero como ésta se movía de aquí para allá, era inquieta, oscilante y ubicua, y se resistía a entrar en el cuerpo humano, el Hacedor mandó a llamar a los ángeles músicos para que tocaran la mejor de sus melodías. AL oírla, fascinada, el alma entró en éxtasis. Sin embargo, al constatar que su percepción no era lo bastante fina como para captar aquella belleza sonora, el alma se introdujo entonceS en el hombre de barro para servirse de él como concha acústica. Y fue a partir de ese instante que, música mediante, cuerpo y alma enlazaron su destino del modo más armónico posible.
dto.