Dos ranas en apuros

Este libro es un viaje de introspección hacia esa otra realidad que nadie nos enseña, pero que puede ser la clave de la evolución de nuestra conciencia. La naturaleza, la energía del sol y de la luna y su efecto sobre nuestra vitalidad y equilibrio emocional. La meditación, la reflexión, los sueños, la mente dual. La disociación voluntaria. La energía vital. El concepto de cuerpo como vehículo, la mente como la parte intelectual y el espíritu que necesita esa armonía cuerpo y mente para habitar ese vehículo y ponerlo en movimiento, en la dirección adecuada. Se trata de que el lector de este libro pueda acompañar al autor a un viaje por el interior de sí mismo. Un viaje de conexión profunda, de armonía con lo natural, con la vida y, tal vez, con la muerte. Con la conciencia de la dualidad tridimensional que vivimos. Con lo que es ilusión y con lo que es mente. Con lo que es real para el corazón y lo que solo es real de una forma burda y materialista.

—¿Todo el mundo se va a dormir? –pregunta a sus padres una niña con muy poco sueño. ¿Qué hacen los caracoles enroscados en sus conchas como un tirabuzón? ¿Y las grandes ballenas que nadan despacio en el océano haciendo círculos? ¿Todo el mundo se va a dormir? Este encantador y espléndido cuento para ir a la cama induce a los más pequeños a conectarse con la naturaleza y a conciliar felices sueños que durarán toda la noche. 

Enseña a los niños a entender las metas erradas del comportamiento. Desde tiempos inmemoriales, los cuentos infantiles han sido elementos claves de la educación, porque no aleccionan al niño, sino lo cautivan con su hilo narrativo, lleno de fantasías y posibilidades. Y a través de la inmersión en el cuento y la identificac ión con los personajes, el niño, de forma lúdica y casi sin querer, aprende lecciones importantes para la vida. ¿Cuál es la lección que la autora de estos cuentos quiere que aprendan los niños? Una lección importantísima: estimarse a sí mismo y a los demás, renunciar a sus metas egocéntricas [?]. Extraído del prólogo de la Dra. Ursula Oberst