Los signos de Hermes
Los signos de Hermes
- EAN: 9788488865731
- ISBN: 9788488865731
- Editorial: MRA Creación y Realización Editorial, S.L.
- Año de la edición: 2002
- Encuadernación: Rústica
- Medidas: 160 X 220 mm.
- Páginas: 288
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Descripción
J. García Font ofrece en esta obra un verdadero Theaurum hermeticum a través de los aspectos que muestra la enigmática figura de Hermes, como tradición, como fermento de concepciones médicas, y como función psicológica polivalente. Todo un núcleo de relaciones entre lo consciente y lo inconsciente. En esta obra se nos muestra, a través de profusa documentación y de sugerentes interpretaciones, una figura hermética fascinante que conecta con contenidos profundos de nuestra propia interioridad. El autor acude a distintas áreas culturales en busca de figuras mitológicas que ofrecen funciones equivalentes a las del Hermes clásico, lo cual nos descubre la condición arquetípica de un numen paradójico que, a pesar de condición de ente fugitivo, se halla presente por doquier.
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Mientras ignoremos la vía de Dios y estemos privados de su luz santa, podremos imaginar que somos los únicos en poseer la verdad y en practicar la verdadera religión. Pero cuando penetremos el misterio de la unidad de los santos en Dios, nos quedaremos estupefactos al reconocer, al mismo tiempo, la unidad de las enseñanzas de Dios en el mundo. Así, debemos confrontar las palabras y el pensamiento de los libros santos de la humanidad, a fin de acceder a la unidad trascendente que hace concordar entre sí a todos los Sabios iluminados de Dios, desde el comienzo hasta el fin. Recordemos, no obstante, que la llana razón de los hombres exiliados se opone totalmente a la inspiración y a la revelación del Señor de luz. (MR XVI, 10') Confrontando las doctrinas de todos los libros santos es como se puede descubrir la verdad del Único. (MR II,82) El inteligente compara minuciosamente las palabras de los sabios para descubrir el lugar donde todos concuerdan. (MR I, 46)
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Paracelso : obras completas
Theophrastus Bombast von Hohenheim, conocido como Paracelso o Teofrasto Paracelso, nace en Einsiedeln (Suiza), hijo del médico y alquimista Wilhelm Bombast von Hohenheim. Comenzó sus estudios a los 16 años en la Universidad de Basilea, y más tarde en Viena, doctorándose posteriormente en la Universidad de Ferrara. Viajó mucho siempre en la búsqueda de la maestría en el arte y la ciencia de la alquimia, desarrollando remedios y medicamentos a través de minerales. Entre sus muchas aportaciones a la medicina moderna, propuso el término sinovial (el líquido sinovial es el que lubrica las articulaciones); estudió y descubrió las características de muchas enfermedades (sífilis y bocio entre otras), sirviéndose para combatirlas tanto del azufre como del mercurio; introdujo en la práctica médica el uso del láudano. Así mismo, se le atribuye la paternidad del término Espagiria. Se puede afirmar que Paracelso fue un precursor de la homeopatía, pues aseguraba que «lo parejo cura lo parejo» y en esa teoría fundamentaba la fabricación de sus medicinas. De todos modos, lo más importante para él era el orden cósmico. La doctrina del Astrum in corpore es su idea más representativa a ese respecto. Fiel a la concepción del hombre como microcosmos, puso el firmamento en el cuerpo del hombre y lo designó como Astrum o Sydus. Sin embargo, se ganó bastantes enemigos que le consideraban poco menos que un mago. De todos modos consiguió que la medicina siguiera un camino más científico y se alejase de las teorías de los escolásticos.
En el campo de la alquimia a Paracelso se le atribuye la idea de que los cuatro elementos (tierra, fuego, aire y agua) pertenecían a criaturas fantásticas que existían antes del mundo. Así pues, la tierra pertenecería a los gnomos, el agua a las nereidas (ninfas acuáticas), el aire a los silfos (espíritus del viento) y el fuego a las salamandras (hadas de fuego). De igual manera, Paracelso aceptó los temperamentos galénicos, asociándolos a los cuatro sabores fundamentales. Esta asociación tuvo un gran éxito en su época pues aún hoy día, coloquialmente, nos referimos a los caracteres de las personas como dulce (tranquilo, flemático), amargo (colérico), salado (sanguíneo, dicharachero) o ácido (melancólico).
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