Maestros animales : así aprendí
Maestros animales : así aprendí
- EAN: 9788494525940
- ISBN: 9788494525940
- Editorial: Ediciones Isthar Luna Sol, S.L.
- Año de la edición: 1753
- Encuadernación: Rústica
- Medidas: 140 X 220 mm.
- Páginas: 194
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Disponible 48/72 horas
Descripción
John quiere ser un “hombre medicina”. Para ello, convive con personas de la cultura amerindia del norte de América y de México, que poco a poco le brindan experiencias que le van transformando desde su interior.
Pero su camino de aprendizaje toma un nuevo rumbo cuando se encuentra a un lobo y éste le enseña a sentir lo que él siente y a ver lo que él ve…
Desde ese momento, John siente como si se abriera las puertas de otra dimensión y logra conectar con varios animales que, de la misma forma, le transmiten sus conocimientos y su sabiduría.Pero desde otra perspectiva, compartiendo sueños y visiones con ellos.
A través de estas experiencias, John recibe las calidades de cada “animal medicina" como un don que le permite viajar a otros espacio-tiempos y explorar sus propias capacidades extra sensoriales.
Con el tiempo, el “niño medicina” adquiere una grandeza espiritual que va más allá de la simple comunicación con animales… logra una apertura de corazón que le hace ver y sentir todo su entorno de otra forma, más coherente, conciliando la parte humana con la naturaleza.
Este libro de ficción es un viaje iniciático que nos permite descubrir la esencia de la conciencia animal a través de John, y nos lleva por el camino de nuestra propia evolución de conciencia y apertura espiritual.
Basado en la vida personal de Laila del Monte, Maestros Animales contiene perlas de conocimiento: mensajes recibidos por la autora del mundo invisible y transmitidos de forma sencilla y fácil de entender.
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Sendero de la belleza
El principio de “Cuerpo Inteligente” abarca el hecho de que el cuerpo humano posee sistemas altamente evolucionados diseñados para curar y mantenernos vivos, y que muchos síntomas de enfermedad son en realidad reacciones inteligentes destinadas a proteger el cuerpo cuando se estresa más allá de los límites normales.
He leído con interés lo que nuestra ciencia nos dice de la condición humana, he caminado por los espléndidos edificios que llamamos conocimiento, y mi corazón no ha obtenido ningún néctar, ninguna alegría duradera, ninguna palabra que aliente mi Vida.
Veo cómo nuestros saberes relegan mi humanidad, la tuya, la de todos, a no ser más que una ínfima casualidad cósmica cuyo resultado es esta identidad, precaria y doliente de fugaces placeres. Una inerte infinitud tolera nuestras carencias. Ayer éramos
hijos de los Dioses, o sus amantes, o la mejor de sus obras, el centro del Universo. Hoy no somos más que los torpes comparsas
de nuestras propias máquinas, con las que absurdamente queremos competir en su repetitividad calculadora y en su pequeñez.
Me siento huérfana de lo Divino, y lo que es peor, responsable de haber vendido la dicha de un sencillo anhelo por la Belleza y la
alegría a cambio de treinta monedas de tecnología.
dto.
