Los esenios, igual que los antiguos egipcios, fueron unos maestros en el arte de las terapias energéticas.
Tras haber sido ocultados durante varios milenios, sus conocimientos resurgen hoy con fuerza como respondiendo a una necesidad profunda de nuestra sociedad, la de volver a encontrar ciertas raíces y dimensiones...
Este libro que representa la quintaesencia de muchos años de investigaciones y de prácticas, pone hoy a disposición del público el conjunto más completo que existe de sus técnicas y de sus percepciones de la anatomía sutil del ser humano.
Sus autores, Daniel Meurois y su esposa Marie Johanne Croteau, han querido hacer una obra bien ilustrada, clara, precisa e instructiva.
Todos aquellos que se interesan por la salud y el equilibrio armonioso del ser, apreciarán su lado apasionante y formador tanto a nivel de los horizontes que abre, como por su lado concreto y la filosofía reconciliadora que desprende.
En lo que a los terapeutas y estudiantes en terapias energéticas se refiere, estos lo descubrirán como un manual agradable de utilizar y muy rico en técnicas de trabajo y elementos novedosos susceptibles de nutrir su práctica.
Por su conocimiento de los arquetipos y símbolos que atañen a las dimensiones corporales, sutiles, psicológicas y espirituales del ser y por sus informaciones que aúnan el desarrollo interior con la salud global del organismo, este libro propone a cada uno nuevas puertas de crecimiento y armonía.
Más allá de su aspecto concreto y siguiendo de esta manera el espíritu de los esenios y antiguos egipcios, este libro concede un papel muy importante al principio sagrado de la "Onda de Sanación".
Más que nunca, tanto el simple lector como el terapeuta serán conducidos a comprender mejor el maravillloso vínculo que une al ser humano, cuerpo, alma y espíritu, con la Fuerza de Vida universal, la Divinidad, englobándolo todo.
"El gran libro de las terapias esenias y egipcias" es a partir de ahora una obra de referencia incuestionable...

Así curaban Ellos

«Este libro puede parecer extraño al provenir de alguien que desde una temprana edad ha vivido con los hábitos de monje. Aun así no veo ninguna contradicción en ello. Mi fe me impulsa a procurar el bienestar y el beneficio de todos los seres y a extenderlo más allá de mi propia tradición, tanto a los que profesan otras religiones como a los que no profesan ninguna, lo cual está absolutamente en consonancia con la proposición anterior».

«Confío plenamente en que es posible y valioso dotarse de un nuevo abordaje laico en aras a gozar de una ética universal. Mi confianza deriva de mi convicción de que todos nosotros, todos los seres humanos, poseemos esa inclinación o predisposición básica hacia lo que percibimos como bueno. En consecuencia, soy de la firme opinión de que tenemos a nuestro alcance la forma y los medios para afianzar los valores internos sin contradecir ninguna religión y, lo que es más esencial, sin tener que recurrir a la religión».