Transitamos un ciclo evolutivo que comenzó en el año 3113 a.C. y se extenderá hasta el 22 de diciembre del año 2012. La oscuridad que muchos advierten en el fin de este ciclo corresponde a la noche que precede al alba: a partir de esa transición, nuestro planeta –y nosotros con él– ingresará en un tiempo de luz mayor o, como lo pregonan numerosas profecías, o en la era dorada. Los mayas, verdaderos maestros del tiempo, sabían meditar y hacer que el conocimiento individual fuera parte de la mente planetaria. Conocían el tiempo cíclico y fueron capaces de preparar el camino para que pudiéramos decodificar, a través de sus calendarios, la forma de llegar nuevamente a ser seres despiertos a una conciencia cósmica. En Qué es tiempo maya, Claudia Federica Zosi explica cómo opera el código genético desde la perspectiva de esa eternidad cíclica, cómo alinearnos con la conciencia cósmica, cómo tener acceso a la fuente de la sabiduría atemporal y cómo prepararnos para la ascensión planetaria.

En su libro previo, LA PROFECÍA DE ORIÓN, Patrick Geryl llega a la alarmante conclusión que la Tierra estará sujeta a un gran desastre, la causa: el campo magnético del planeta retrocede en una dirección que resultará catastrófica para la humanidad.
Terremotos de gran intensidad harán tambalear todos los edificios, los continentes se partirán a lo largo de miles de kilómetros y olas demoledoras arrasarán las costas.
En este nuevo libro, el autor revela científicamente códigos milenarios de los Mayas y los Antiguos Egipcios que aluden a este súper desastre y secretos referidos a una civilización pre-diluviana que permitieron calcular el previo desplazamiento polar y el que está ocurriendo en estos años. El código Dresden de los Mayas, por ejemplo, guarda información sobre el ciclo de los rayos solares que los astrónomos aún no descubrieron. La conclusión es que en un momento dado, cuando el magnetismo del Sol alcance un punto crucial, la superficie solar será cubierta por arrolladoras tormentas que causarán en la Tierra consecuencias nunca conocidas.
Si habrá o no sobrevivientes, sostiene el autor, dependerá de los niveles de conciencia a los que nos abramos los seres humanos y de las actitudes que tomemos frente a las señales, antes de que acontezcan los hechos.