Ningún astrólogo va hasta los limites extremos de la interpretación de un tema, por la evidente razón de que hay una serie de configuraciones astrales casi desconocidas que, forzosamente, no se toman en consideración. La mayor parte se contenta con el análisis de las posiciones de los planetas en los signos y las casas, así como de los aspectos y las regencias. Otros agregan las significaciones de las polaridades solares y lunares, de los decanatos, navamsas y grados zodiacales, así como de las constelaciones, de las estrellas fijas y de las moradas, y casas lunares. Entre las configuraciones que se descuidan, se encuentra en el primer rango, a nuestro punto de vista, El orden de los planetas en el tema. Es un factor tan importante, tan fácil de verificar, como la presencia de un planeta en el signo o casa. Los temas marcados, por ejemplo, por la sucesión de Marte, Luna y Urano (sea cual sea la distancia entre estos factores) presentan un aire de parentesco indiscutible.

Hasta ahora en nuestros análisi habíamos estudiado solamente el gradiente de una influencia ambiental (P.J: la radiación luminoso, electromasnética,etc en el Asc.fotoeclíptico) dando por hecho que la radiación crea las estructuras u organismos, biológicos u otros; pero toda radiación o flujo de partículas tiene dos componentes: su frecuencia (cualidad), y su gradiente (evolución). Ahora estudiaremos aquí la radiación en sí misma, formadora de la estructura que evoluciona y se transforma.

La ciencia de los "animales del cielo" es smuy antigua y su estudio es absorbente. En el espacio que rodea a la Tierra -que conocemos como zodíaco- existe la forma de cada animal. Esa forma toma cuerpo periódicamente cuando llega la estación correspondiente.
La gran fórmula del año oculta dentro de sus conmutaciones geocéntricas todos los misterios de la Creación en la Tierra.