En este libro, Karlfried Graf Dürckheim intenta transmitir algo del espíritu oriental, todavía vigente en muchas costumbres japonesas actuales que desean ser conocidas en Occidente. Si estas costumbres son o no características del Japón moderno, es algo que debe preocuparnos tan poco como la cuestión de si la Grecia actual tiene algo que ver con el espíritu de Platón o la China moderna con el de Confucio.

En unos tiempos como los nuestros, en los que todo cambia y se cuestiona, quizá está fuera de lugar reflexionar sobre lo inmutable e imperecedero del hombre, como el aliento, el morir, la polaridad entre lo masculino y lo femenino, el ritmo de Ying y Yang. Aquí cabría también para nosotros, occidentales, la reflexión en la polaridad sobre el espíritu oriental y occidental.

El encuentro auténtico entre Oriente y Occidente no es un problema de pueblos, sino un problema inmanente, lleno de tensiones, que no deben ser eliminadas, sino integradas.

Ami, el niño de las estrellas

¿Qué pasa con los duendes, los elfos, los gnomos, los silfos y las sílfides, los ondinos y las ondinas y los Devas? ¿Son simplemente personajes nacidos de la imaginación de los poetas, relegados al olvido por el materialismo imperante donde lo sutil no tiene derecho de ciudadanía? Nuestro mundo ha experimentado una progresiva densificación, pero hoy en día está subiendo, aunque con dificultad, hacia un futuro más brillante y menos denso: la famosa "eterización" del planeta es inevitable. Y para los guardianes invisibles de la naturaleza ahora es posible manifestarse más a menudo (descubriremos, en este libro, que esto es precisamente lo que está sucediendo), y reanudar la comunicación con los humanos: nos estamos moviendo hacia un mundo en el que los diferentes reinos son conscientes unos de otros, pueden comunicarse entre sí y cooperar por el bien común... ¿Cómo iniciar estas primeras comunicaciones? ¿Qué podemos aportar nosotros? Esto es lo que Anne Givaudan explica en este libro, fruto como siempre de sus viajes fuera del cuerpo, después de haber tenido acceso a las dimensiones de los guardianes invisibles de la naturaleza, que son muchos, diversos y… ¡cada vez menos invisibles!