Las piedras de los dioses. ¿Existió otra humanidad?
Las piedras de los dioses. ¿Existió otra humanidad?
- EAN: 9788419164698
- ISBN: 9788419164698
- Editorial: Luciérnaga, S.L.
- Año de la edición: 2023
- Medidas: 150 X 230 mm.
- Páginas: 256
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Disponible 48/72 horas
Descripción
Los últimos descubrimientos están cambiando el paradigma de nuestros inicios como seres humanos.
¿Todo está escrito en la historia de la humanidad?
¿Realmente nuestra evolución ha sido lineal?
¿Los mitos y leyendas, son sólo eso, o hay algo más?
En este libro encontrarás lugares únicos, enigmas que ni siquiera la arqueología sabe que existen, rompiendo paradigmas que hasta hace poco parecían imposibles de cuestionar.
Comprobarás que pudo haber una civilización primigenia muy anterior y superior a los sumerios, que posiblemente viajó por buena parte del planeta.
Encontrarás, además, testimonios de expertos de diferentes corrientes y especialidades: Historiadores, arqueólogos y egiptólogos (tanto de la ciencia oficial como de la ortodoxa), que explicarán su punto de vista sobre cuáles fueron los verdaderos inicios del ser humano y sobre si hubo realmente una globalización anterior.
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Patagonia: resto de una antiguo continente hoy sumergido
En la conferencia dictada en Julio de 1882, Patagonia: Resto de un antiguo continente hoy sumergido, el geólogo y etnólogo Francisco P. Moreno fundamentaba las bases de la existencia de un antiquísimo núcleo zoogénico antártico, laboratorio geomorfológico desde donde emanaron diversas formas de vida orgánica. En este sentido, Moreno ha indicado que la región austral aparece como el resto de un gran continente, hoy sumergido, donde han vivido y evolucionado seres desde tiempos geológicos muy remotos y si los materiales recogidos hasta ahora en esas tierras son muy reducidos si se les compara con los de los Estados Unidos, son por lo menos suficientes para comprobar lo que dejamos dicho, esto es, que Patagonia es el resto de un antiquísimo centro de dispersión de seres organizados, invertebrados y vertebrados, desde la misma época que los de Europa y Norteamérica, y que, por regla general, la misma evolución gradual ha seguido aquí el desarrollo de esa fauna, hoy casi extinguida, y que la han acompañado los mismos fenómenos que en el hemisferio norte. Comprueban estas ideas en el campo antropológico los descubrimientos de cráneos dolicocéfalos realizados por el propio Moreno en la Patagonia, que motivó al antropólogo Paul Broca -fundador de la Société d’Anthropologie (1859) y de la École d’Anthropologie (1875) de Francia- a declarar que acaso la luz sobre los orígenes del hombre no habría de buscarse en el Nuevo Mundo en lugar de en el Viejo; o bien, al antropólogo físico Paul Topinard, a sugerir si su patria real no sería la América del Sur austral. De allí las razones esgrimidas por Moreno al manifestar que el hombre fósil europeo tiene pues, su puesto étnico en el hemisferio sur y se confirma en este caso lo dicho para la fauna, en la persistencia de las formas fósiles. Los cráneos dolicocéfalos de la humanidad primitiva americana descubiertos por Moreno en la Patagonia corresponden a los paleoamericanos, originarios del archipiélago antártico, que por entonces decenas de miles de años atrás, era el gran centro de la humanidad blanca y clara de acuerdo al profesor Roberto Rengifo. Este grupo primigenio y civilizador se extenderá de sur a norte por América, para luego irradiar su cultura a otras latitudes del mundo. Edición, prólogo y notas de Rafael Videla Eissmann.
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Todas las culturas indígenas comparten el mito de un antiguo diluvio. Frank Joseph enlaza este fenómeno mundial con la historia de la civilización perdida de la Atlántida. Este cuento combina 20 años de investigación con una asombrosa representación de un gran imperio corrompido por codicia, ofreciendo una lección importante para nuestra civilización materialista.
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Muchas tribus indias norteamericanas veneraban al gran espíritu danzando alrededor del fuego o de un poste o tótem. El gran espíritu es el mismo que el dios viejo del fuego de Mesoamérica, alrededor de cuyo brasero da n zaban sobre la pirámide circular de Cuicuilco (México). Y este dios viejo del fuego es el mismo que el Señor de la dualidad en Mesoamérica: dios padre como manifestación masculina de la divinidad padre-madre (Ometeo tl). Diosas madres eran Tonantzin y Coatlicue en Mesoamérica, Mama Pacha y Mama Qucha en los Andes.El dios mesoamericano Quetzalcóatl (Kukulkán) y el andin o Viracocha manifestaron probablemente a dios hijo. En Mesoamérica, el autosacrificio de los dioses produce los astros: el sol, la luna, Venus y las estrellas. Desde hace más de mil años, Quetzalcóatl, sus seguidores y los naguales han sacrificado su cuerpo físico en el fuego interno, convirtiéndolo en cenizas y liberándose de él como final de un camino de recuperación de su divinidad.
¿Cómo sobr evivieron a esa muerte iniciática, resucitando en cuerpo luminoso? Quetzalcóatl dijo al volver: ‘Mi madre divina, la del manto de estrellas, me infundió un nuevo aliento, un aliento inmortal’.
Juan de San G rial recuerda que ‘En los iconos la reina celestial suele ataviarse con una ca pa azul oscura salpicada de estrellas , como regente del mundo estelar’ (ejemplos son la Virgen de Guadalupe y el cuerpo de la diosa egipcia Nut). Ella le reveló sobre Cristo lo mismo que dijo Quetzalcóatl:‘El Hijo divino revivió en mis brazos’, y puede volver a hacerlo dentro de nosotros: ‘Que resuc ite el Señor en mí por tu gracia’. En México, el nagual indio don Juan dijo que la verdadera Madre Divina es Poder, y la naguala María Elena reveló desde una dimensión superior: ‘Ella me llevó ami actual libertad espiritual’.
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