Leyendas del Camino de Santiago
Leyendas del Camino de Santiago
- EAN: 9788496328334
- ISBN: 9788496328334
- Editorial: Los Cuadernos de urogallo
- Año de la edición: 1753
- Encuadernación: Rústica
- Medidas: 100 X 140 mm.
- Páginas: 60
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AGOTADO
Descripción
El Apóstol Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo y Salomé, y hermano de Juan Evangelista, fue pescador hasta que conoció a Jesús y decidió seguirlo.
El propio Jesús le encargó la misión de difundir su doctrina por occidente y, así, llegó a Hispania, territorio en el que pasó algún tiempo predicando. Tras una temporada por estas tierras, decidió volver a Jerusalén, donde Herodes Agripa lo arrestó, lo sometió a martirio y lo hizo decapitar hacia el año 44 d.C.
Entonces, dos de sus discípulos, Atanasio y Teodoro, recogieron apresuradamente sus restos y huyeron en una barca sin timón ni velas, en un aventurado viaje totalmente a la deriva. Así, tras cruzar el Mediterráneo, el estrecho de Gibraltar y recorrer la costa portuguesa, llegaron a la costa de Galicia, cerca de la localidad de Iria Flavia, a un lugar que hoy se llama Padrón, por la piedra o “pedrón” donde amarraron la barca. Después fueron a pedirle permiso para enterrar el cuerpo a una reina pagana conocida por el nombre de Lupa, que gobernaba en aquel lugar. Ésta les entregó dos toros bravos para trasladarlo y los discípulos consiguieron amansarlos. Después les hicieron tirar de la carreta con los restos de Santiago, hasta que los animales cayeron agotados.
En aquel preciso lugar, enterraron a su maestro.
Después, Teodoro y Atanasio permanecieron cuidando la tumba hasta que ambos murieron, y sus cuerpos fueron enterrados allí mismo, junto a su mentor.
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dto.
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En 813 d.C. un ermitaño llamado Pelagio alertó al mundo sobre la existencia de una tumba. El obispo de Iria Flavia, Teodomiro, se apresuró a identificar los restos que en ella aparecieron con el apóstol Santiago. La noticia corrió como la pólvora por la Europa cristiana, y la orden del Cluny fortaleció esa convicción y contribuyó vigorosamente a desbrozar un viejo camino espiritual que conducía hasta el fin del mundo, no exactamente hasta una tumba, sino hasta la Muerte. Pero el secreto residía, justamente, en trascenderla.
Sin embargo, ¿era realmente Santiago el popular difunto? ¿Lo era Prisciliano, un obispo acusado de herejía y cuya interpretación del cristianismo tenía regusto egipcio? ¿Qué sucedería si no hubiéramos leído correctamente el mensaje que contiene el renglón telúrico que es la ruta jacobea? ¿Y si existiera una prehistoria del camino de las estrellas?
Antes de Jesucristo y de la Iglesia que con su excusa se organizó, existía una tradición hermética, una enseñanza que procedía de un tiempo remoto y que alcanzó en el antiguo Egipto su plenitud. Allí, a la vera del río Nilo –causalmente denominado Vía Láctea como el Camino de Santiago- se celebraba una peregrinación singular cuyo eco, si se escucha con atención, se advierte aún bajo las piedras que conducen a Finisterre.
Para comprender la historia oculta del Camino deberemos viajar a un tiempo perdido, muy anterior al cristianismo. Para desvelar las claves de este peregrinaje milenario necesitamos mirar lejos, más de lo que permite la historia, allí donde habitan dioses y atlantes.
dto.