¿Existen realmente los espíritus, la reencarnación, la pluralidad de mundos habitados y la vida después de la muerte?

¿Cómo ha evolucionado el movimiento espírita desde Allan Kardec hasta la actualidad? Mado Martínez entra en los laboratorios de distintas universidades para examinar, tras un repaso a la historia del espiritismo, cuáles son los principales estudios científicos que se están realizando en diferentes universidades de todo el mundo con el fin de averiguar una o más respuestas a una pregunta que acompaña a la humanidad desde su mismo origen. El rigor e interés que se desprende de esta obra la hizo merecedora del máximo galardón del primer premio Incógnitas Oblicuas, con el que Ediciones Oblicuas inaugura su nueva colección.

En 1854 Allan Kardec, seudónimo de Hippolyte Léon Denizard Rivail, oyó hablar por primera vez del fenómeno de las «mesas parlantes», al que solo empezó a conceder crédito tras haber sido testigo, en mayo de 1855, de inexplicables fenómenos relacionados con mesas ambulatorias y giratorias o «danzantes», así como con la llamada «escritura automática». Persuadido de la existencia de una región espiritual habitada por almas inmortales desencarnadas con las que era posible comunicarse, Kardec se decidió a examinar una voluminosa colección de escritos psicográficos que le proporcionaron amigos espiritistas interesados en su juicio y empezó a asistir con regularidad a sesiones, preparado siempre con una serie de preguntas que le eran respondidas de «manera precisa, profunda y lógica», a través de los sujetos a los que el espiritismo denomina «médiums», porque actúan como intermediarios en las comunicaciones con las supuestas almas desencarnadas. Toda esta materia, debidamente «repasada y corregida» por la entidad espiritual que se identificó como «la Verdad», sirvió de base al cuerpo de doctrina de El libro de los espíritus, su obra aparecida en 1857, cuya primera edición se agotó en pocos días, llegándose a la decimosexta en vida del autor.

Oraciones por virtud de las cuales se alcanza la gracia de Dios Todopoderoso para sanar todo género de dolencias tanto corporales, como espirituales.