La Atlántida, evolución planetaria y origen del hombre
La Atlántida, evolución planetaria y origen del hombre
- EAN: 9788495311573
- ISBN: 9788495311573
- Editorial: Ediciones Mestas
- Año de la edición: 2011
- Encuadernación: Rústica
- Medidas: 120 X 190 mm.
- Páginas: 128
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Descripción
La evolución del hombre desde que existía como embrión en el sol primitivo que se extendía hasta Júpiter. Su evolución en la tierra-luna donde sólo tenía un cuerpo etérico y un cuerpo astral. El hombre de la Era Primaria, del que a la manera de cabeza salía una panocha fosforescente, gran flor luminosa que le servía de órgano de percepción y reproducción; la aparición embriagadora de la sexualidad, el placer de crear a
dos y el desorden que le siguió; destrucción de Lemuria por el fuego, los lemures llegan a la Atlántida…El “Combate en el cielo”, los dioses y los titanes, o San Miguel Arcángel y Satán. La Atlántida primitiva: comunión con la naturaleza y videncia espontánea. Los reyes iniciados, el imperio de los toltecas. La
explosión del yo: decadencia y magia negra. Cataclismo y diluvio.
La presente edición incluye los textos de Platón sobre la Atlántida y los de Hesíodo sobre el MITO DE PANDORA y sobre el COMBATE DE LOS TITANES Y LOS DIOSES.
Conozca la verdadera evolución humana desde sus principios y los motivos de la misma
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Muchas tribus indias norteamericanas veneraban al gran espíritu danzando alrededor del fuego o de un poste o tótem. El gran espíritu es el mismo que el dios viejo del fuego de Mesoamérica, alrededor de cuyo brasero da n zaban sobre la pirámide circular de Cuicuilco (México). Y este dios viejo del fuego es el mismo que el Señor de la dualidad en Mesoamérica: dios padre como manifestación masculina de la divinidad padre-madre (Ometeo tl). Diosas madres eran Tonantzin y Coatlicue en Mesoamérica, Mama Pacha y Mama Qucha en los Andes.El dios mesoamericano Quetzalcóatl (Kukulkán) y el andin o Viracocha manifestaron probablemente a dios hijo. En Mesoamérica, el autosacrificio de los dioses produce los astros: el sol, la luna, Venus y las estrellas. Desde hace más de mil años, Quetzalcóatl, sus seguidores y los naguales han sacrificado su cuerpo físico en el fuego interno, convirtiéndolo en cenizas y liberándose de él como final de un camino de recuperación de su divinidad.
¿Cómo sobr evivieron a esa muerte iniciática, resucitando en cuerpo luminoso? Quetzalcóatl dijo al volver: ‘Mi madre divina, la del manto de estrellas, me infundió un nuevo aliento, un aliento inmortal’.
Juan de San G rial recuerda que ‘En los iconos la reina celestial suele ataviarse con una ca pa azul oscura salpicada de estrellas , como regente del mundo estelar’ (ejemplos son la Virgen de Guadalupe y el cuerpo de la diosa egipcia Nut). Ella le reveló sobre Cristo lo mismo que dijo Quetzalcóatl:‘El Hijo divino revivió en mis brazos’, y puede volver a hacerlo dentro de nosotros: ‘Que resuc ite el Señor en mí por tu gracia’. En México, el nagual indio don Juan dijo que la verdadera Madre Divina es Poder, y la naguala María Elena reveló desde una dimensión superior: ‘Ella me llevó ami actual libertad espiritual’.
dto.
Ecos de la Atlántida
Platón, descendiente de aquel sabio griego que reveló el mito de la Atlántida (Solón), no hizo más que combinar este relato, repleto de claves esotéricas y mistéricas, con una ?sopa mítica? en la que caben diversos ingredientes. El sabio de la Academia de Atenas habría adquirido de su antepasado parte de un legado compartido por múltiples culturas: no sólo la griega y egipcia, que conoció personalmente, sino también la hindú, que posiblemente le influyó (el triple recinto atlante, con los colores rojo, blanco y negro, podría tener origen indio). Esta tradición estaría ligada a un ?comité de sabios? que, desde la Antigüedad clásica (e incluso antes), preservó la ?memoria ancestral?. La plasmó en el cielo, conformando el mapa celeste y el Zodíaco que se yergue sobre nuestras cabezas. La congeló en el lenguaje, así como en los símbolos, en los mitos, en el folklore y en la religión. E incluso en el nombre de los dioses, de los patriarcas, o de los continentes (es la herencia inmaterial). Y encriptó en algunos grandes monumentos las claves de su antigua sabiduría (es la herencia material). Aquel que asegure que no se conserva nada de aquel tiempo en que los ?dioses merodeaban por la Tierra? se equivoca. La Gran Pirámide o la Esfinge son el testimonio mudo de un pasado glorioso. Esta última, el Horus en el Horizonte ..
dto.
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dto.